BUDAPEST prime time

Por Gerardo Cabrera Santos

Primeros Tiempos en Budapest.

Luego de cuatro días de espera en la estación central de Varsovia por nuestro permiso de salida de Polonia, para continuar viaje hacia nuestro destino definitivo, fue que finalmente recibimos la notificación que nuestro tren partiría al día siguiente muy temprano en la mañana, y que nuestros vagones, con los estudiantes que iban para Checoslovaquia, Hungría, Rumanía y Bulgaria serían insertados al final del tren regular que cumplía itinerario en ruta hacia donde nos dirigíamos.

Ocupábamos camarotes de 6 personas cada uno y el reguero de bultos con nuestras pertenencias personales era inaudito, después de cuatro días sacando y metiendo ropas para el diario. Esto impedía prácticamente el movimiento dentro del mismo, que se manifestó de forma cruda al llegar a los pasos fronterizos,  con la incomodidad del personal guarda fronteras que eran incapaces de mantener bajo control aquella pandilla obstinada después de tantas dificultades.

El primer control de fronteras fue al entrar en Checoslovaquia. Esto fue un caos, pues ni nosotros entendíamos a los guardas fronteros ni ellos a nosotros, y aquellos papeles de “identificación” que nos habían dado en Cuba, simulando un pasaporte, era algo incomprensible para ese personal. Por suerte había dos alternativas, o desenganchaban nuestros vagones o solo echaban un vistazo y nos dejaban continuar viaje. Y así fue. Por cierto que en nuestro camarote viajaba un estudiante para técnico medio al que se le había caído al mar su carta de pasaporte, en el momento del desembarque y al que acurrucamos en un espacio para el equipaje que quedaba prácticamente sobre el pasillo central del vagón, pero con la abertura hacia nuestro compartimento al que tapamos con algunos bultos. Cuando llego el control de fronteras fueron incapaces de detectar aquella persona por el caos y el reguero en nuestro local y lógicamente por nuestra complicidad colectiva. Así cruzamos las ciudades de Ostrava, Brno, y Bratislava en Checoslovaquia y finalmente entramos en Hungría a través del paso fronterizo de Komarno. En todos estos lugares el tren hizo paradas breves   y lógicamente tratábamos de ver lo más posible desde nuestra ventanilla.

Todo el trayecto me la pasé mirando atentamente los paisajes europeos, íbamos de sorpresa en sorpresa, pues aún teníamos en nuestras mentes el reflejo de los paisajes tropicales cubanos con sus palmas reales y con otro tipo de aspecto en la vegetación y colores.  Mirando estos campos de ahora constatábamos una belleza extraordinaria,  con los cultivos espectacularmente organizados, los bosques bien delimitados, los campos con colinas suaves, nada de abruptos,  todo aquello el reflejo de un trabajo sistemático de quizás siglos de tradición y cultura, que creaba este desarrollo que ahora nos impactaba. Cruzábamos por pequeños caseríos, aldeas y otros asentamientos menores, y nos llamaba la atención la belleza, lo bien organizado que lucían y la dedicación en los jardincitos de las casas, el orden y el buen gusto de aquellos lugares.

Aquello no era de forma alguna comparable con el aspecto de nuestros campos, donde el monocultivo de la caña de azúcar invade las tierras en un mar de monotonía.  Lamentablemente no eran comparables con los paisajes nuestros, con sus bohíos y caseríos en muchas de las zonas de mi tierra,  donde se pone en evidencia que el clima tropical no es el enemigo y se puede vivir fácilmente. Nuestra falta de proyecto es evidente, casi todo se veía que era improvisado, de llega y pon, y sabrá Dios para cuanto tiempo, quizás para toda una vida. Nunca me había dado cuenta de esto, solo ahora que tenía esta referencia.

Se me hacía evidente que el panorama iba cambiando para menos en la medida que nos desplazamos hacia el sur. Sin dudas, la obligación por el clima va siendo algo más atenuada. Esto se me recalcó cuando años después tuve la ocasión de viajar hasta Bulgaria, pasando por Rumanía.

Iba haciendo comparaciones de lo que iba viendo con las cosas que había dejado atrás en mi país, donde el desorden por las improvisaciones que día a día hacían las autoridades al tratar de eliminar la influencia del campesinado, propietario original de aquellos campos, muchas veces desconocedoras de los procedimientos correctos. Todo se basaba en dar noticias futuristas , muchas de ellas infladas, solo para congraciarse con las autoridades superiores. Se solía informar solo de cosas que se iban a hacer, soslayando los resultados reales que se obtenían dentro de aquel desorden que evidentemente era un fracaso. Efectivamente no les convenía y esa filosofía duraría años, tratando de ocultar la ineficiencia real del sistema.

Luego de unas 15 horas de viaje, el tren que nos trajo desde Varsovia llego a Budapest, serían cerca de las 10 de la noche cuando arribamos a la estación del Este, ¨Kelleti Palyaudvar¨. Esta es la principal estación de ferrocarril internacional de Hungría,   con un edificio antiguo pero muy elegante de estilo ecléctico, construido por la década del 1880. Posee múltiples andenes para la salida de trenes de pasaje en dirección Este, tanto nacionales como internacionales. De esta estación salen los trenes con dirección a Eslovaquia, Polonia, Rusia y sus países vecinos, Transilvania, Rumanía, los Balcanes, etc… El exterior de esta estación es suntuoso con una bella fachada y rodeada de una amplia plaza llena de comercios importantes.

En la estación nos esperaba un funcionario del Ministerio de Educación de Hungría, así como también un miembro de la Embajada de Cuba en Budapest. Luego de una breve fase protocolar de bienvenida nos enviaron en un autobús privado hacia el edificio que sería nuestro albergue, como a media hora de camino por dentro de la ciudad, que dado el cansancio y la iluminación no podría ser apreciada en su plenitud.

En la entrada principal del edificio nos esperaba la portera de guardia, una señora como de 50-55 años, alta y corpulenta, seguro que de cerca de los 6 pies de estatura, quien nos recibió con alguna frase de bienvenida, que a mí me sonó como una sola palabra muy larga, que se me hizo como casi imposible de pronunciar con una sola toma de aire. ¡Dios mío la que me espera! Fue lo que pensé. Esa mezcla de lenguas urálicas clasificadas como ugrofinesas seguro nos iba a dar mucho que hacer, pues aunque pertenece a esa familia lingüística, quizás por cierta estructura de su gramática, sin embargo,  no tiene ninguna palabra autóctona con significado común con alguna otra lengua.

El albergue donde nos ubicaron era un edificio destinado a la enseñanza del idioma húngaro a estudiantes extranjeros, Instituto Preparatorio,  que constaba de tres pisos con el frente de cristales.  Debajo del nivel de la calle estaba el sótano,  que era un área destinado a duchas, donde solo ofrecían el servicio de agua caliente de 6 a 7 de la mañana. Estos baños no era otra cosa que un área común con múltiples duchas distribuidas alrededor de columnas, sin ningún tipo de privacidad. El resto de la planta estaba destinado a almacén, la cocina y el comedor. El primer piso, coincidente con la estrada principal,  estaba destinado a la parte administrativa, con múltiples oficinas a la derecha e izquierda de un único pasillo central. A la derecha del área correspondiente a la entrada estaba una amplia escalera que comunicaba con el resto de los pisos. La distribución de todos los pisos era formando una T.

El segundo piso estaba dividido en dos partes, la parte correspondiente a las aulas, dos en total, con un pequeño salón de antesala,  al que abría un pasillo largo al que por ambos lados estaban las habitaciones de los estudiantes. En cada habitación albergaban cuatro estudiantes, excepto en la última de ese pasillo donde albergaban seis estudiantes en literas. Lamentablemente ahí caí yo, pero no me pesa pues tuve la suerte de que todos éramos cubanos con los que ya había hecho una buena amistad durante las casi tres semanas de travesía en barco desde Cuba. Al fondo del pasillo estaban los lavaderos. Del fondo de cada habitación abría una puerta de acceso a una terraza como de dos metros de ancho, a todo largo del edificio, que se convirtió en un almacén de nieve cuando comenzaron las nevadas, lo que nos permitía la novedad de divertirnos haciendo muñecos y lanzándonos bolas de nieve. Las ventanas de las habitaciones, de doble ventana de cristal, se convirtieron en los refrigeradores para guardar alimentos y bebidas entre estos. En ese invierno por la madrugada llegaron a registrarse en algunas ocasiones hasta 32 grados centígrados bajo cero. El tercer piso era también de habitaciones que estaban destinadas a estudiantes de otros países, fundamentalmente africanos. Algunos de ellos muy afables,  que trataron inmediatamente relacionarse con nosotros.

El edificio se encontraba en el Distrito XI de Budapest, en la calle Zsombolyai # 3, frente a la estación de Bomberos de ese distrito y a una cuadra de la avenida Bocskai, nombrada en memoria de un prócer de la independencia húngara. Esta avenida hacia la izquierda en una cuadra desemboca a la avenida principal de este distrito, la avenida Bártok Béla.

https://goo.gl/maps/SSxAAoPgbCyZNtc96

Es muy significativo que en el cruce de estas dos avenidas hay un parque muy grande, muy céntrico y pintoresco, caracterizado por tener   más o menos una figura trapezoidal con un área de unos 5 -6 campos de football y en cuyo centro hay un bello lago conocido como” lago sin fondo” y a cuya ribera está el bello y afamado restaurante nombrado “Park Étterem” o restaurante del parque, que ahora lo nombran Restaurante Hemingway, al que nunca pude visitar por mi pobre economía de aquella época. El lago estaba rodeado de caminos asfaltados para el paseo,  con bancos y jardines, que luego en la primavera y verano se llena de jóvenes paseando y compartiendo.

En esa mañana de mi primer día en Budapest, que era un viernes, nos ocuparon con problemas administrativos, como lo eran la documentación oficial de identificación como residente temporal, el currículo académico de cada uno,  así  como los datos propios de las carreras que habríamos de cursar. Significativo era que la mayoría de los estudiantes de nuestro grupo habían estado matriculados ya en el primer año de alguna carrera técnica en la Universidad de La Habana, lo que les daba cierta ventaja sobre los que no, como yo por ejemplo.

En esa ocasión también se nos instruyó sobre la organización del curso para el estudio de la lengua húngara, sobre la que no teníamos ni la más remota idea. También nos explicaron cuál sería el estipendio o mensualidad asignado por el Ministerio de Educación Superior de Hungría y las vías de contacto con esta entidad. Se nos entregó una cantidad inicial para la adquisición de ropas adecuadas, para enfrentar las condiciones climáticas que se avecinaban, bajo las cuales tendríamos que vivir, como eran pulóveres de lana, abrigos, sobre todo de invierno, zapatos apropiados, etc. La adquisición de estos productos era mediante un bono para un almacén de   ropas específico, También se nos entregó cierta cantidad de dinero de bolsillo en efectivo, que sería completado en los próximos días para alcanzar el equivalente al estipendio mensual asignado. 

El estudio del idioma comenzaría el martes siguiente,  es decir en tres días por lo que se nos aconsejó la adquisición imprescindible de un diccionario de bolsillo de dos tomos uno español-húngaro y el otro húngaro-español. En el lunes nos harían un estudio de la dentadura con fines identificativos, así como Rx de pulmón, imprescindible para poder utilizar los comedores colectivos para estudiantiles. Después del almuerzo en el comedor del albergue, que por cierto no fue ejemplo convincente de la famosa cocina húngara, fue que salimos a aventurarnos por Budapest. Salí con mi compañero y amigo Jorge Roca, con quien compartía habitación y con el que aun, más de 50 años después, mantengo una relación fraternalmente amistosa. Aquella salida era como andar a tientas, pues no sabíamos el idioma ni siquiera para leer los letreros con los nombres de las calles, ni mucho menos comunicarnos con las gentes. Aquello era de un dale para adelante, procurando   marcar siempre la ruta de regreso. No nos permitíamos doblar por calles secundarias, sino caminar a pie en línea recta ida y vuelta por las avenidas significativas. Aunque Budapest cuenta con un sistema de transportación de los mejores del mundo, con excelente servicio de tranvías, trolebuses, autobuses y metros, pero en aquel momento todo aquello era una incógnita.

Como a tres o cuatro cuadras de andar nos encontramos con una “plaza circular”, que así la llamaban también los húngaros, Körtér , “plaza circular”, que es un centro importante de comunicación, donde arribaban múltiples líneas de tranvías y autobuses. Uno de ellos es el Tranvía 6, que hace en esa plaza su última parada y que tiene en su trayectoria uno de los mayores recorridos por la ciudad, por una arteria principal. Este tranvía circula ida y vuelta por el centro de la ciudad, por su principal avenida, Nagykörút,  haciendo una especie de arco, única en Budapest con esa característica, pues atraviesa el Danubio dos veces, haciendo un recorrido de aproximadamente de algo más de una hora y media en cada dirección.

Esta avenida, originalmente conocida por Nagykörút, estaba nombrada por diferentes tramos, así el de Francisco José, nombre del último emperador de la casa de los Habsburgo del Imperio Austrohúngaro y Rey de Hungría. También otro tramo llevaba el nombre de su esposa, la emperatriz Erzsébet, la famosa emperatriz Sisi, quien fuera su reina. Otro tramo en honor a Ma. Teréz, María Teresa, también de la casa Habsburgo que fue reina de Hungría en 1740 y madre de Joseph II, emperador del Sacro Imperio en 1790 y hermano de la reina María Antonieta de Francia, y así la ciudad estaba llena de nombres de personajes de gran significación. Todos ellos han jugado un papel muy importante en la historia y del desarrollo de Hungría durante la época del imperio Austrohúngaro. Sin dudas, esta época subrayo la importancia de Hungría en el ámbito europeo, así como también  en el ánimo y conciencia de generaciones de húngaros cuyos nombres han estado presentes en lugares muy significativos de  la nación húngara,  tal así, que los comunistas no se atrevieron  a omitir todos sus nombres, optando  por dejárselos a algunos tramos de esta avenida, como el de Francisco José, (Ferenc József),  no obstante, a esta   vía principal le cambiaron el nombre de algunos por el de Lenin. De igual forma la avenida Andrássy, Gyula, que fue el famoso Primer Ministro del reino de Hungría ante el trono Austriaco, su nombre fue cambiando por el de “Republica Popular” y así la de muchos otros.

Viajar por esta línea del tranvía # 6 es un verdadero espectáculo, pues va a todo lo largo del centro comercial más importante de la ciudad, atravesando bellísimas plazas formadas por los cruces con otras avenidas significativas y espectaculares, que le van tejiendo la merecida fama a la ciudad. Hacer el viaje completo en este tranvía 6 permite apreciar y disfrutar de estas singularísimas bellezas.

Esta plaza circular, Körter,  cerca de nuestro albergue, está, además, llena de lugarcitos que luego se convertirían en puntos significativos de nuestro quehacer diario, como eran restaurantes populares, llamados bufets rápidos, con comida barata pero de muy buena calidad, como lo son la gran mayoría de los platos de la cocina húngara. Había múltiples boutiques con productos para el aseo personal, carnicerías donde se podían adquirir, además de productos cárnicos de todo tipo, también embutidos calientes preparados al instante para una comida rápida, a muy bajo precio. No se me podrán nunca olvidar los 10-15 dkg de embutido caliente, (meleg kolbasz),  tipo chorizo casero hervido y servido con mostaza y una lasca de pan negro, por solo unos centavos. Esa variante le mato el hambre a mucha gente en la que nos incluimos los estudiantes universitarios y principalmente los cubanos, sin olvidarse de los trabajadores de bajo nivel y de los gitanos. Debe señalarse que en esta plaza se concentran principalmente operadores del sistema de transporte tranviario y de su mantenimiento. Nuestra economía personal, de los estudiantes cubanos, se caracterizó siempre por el balance entre sobrevivir y dedicar también una buena parte de nuestro estipendio en comprar cosas para enviarlas a nuestra familia en Cuba, que ya desde esa época la carestía de lo más elemental estaba presente, situación que lamentablemente aun hoy persiste después de 60 años con la misma filosofía, que se ha vuelto arma de poder.  Siempre estábamos ahorrando y contando los centavos. Por eso, al estar esta plaza muy cercana a la universidad era muy frecuentada por los cubanos, entre otros.

Creo que si Víctor Hugo hubiera vivido nuestra época segura nos hubiera dedicado, a los estudiantes cubanos en el extranjero, un capítulo en los Miserables. En esa plaza Körtér había también una pequeña taberna donde además del buen vino casero, también se podía consumir cerveza de barril y bebidas fuertes de producción nacional,  como lo es el famoso Palinka,  aguardiente casero de frutas y también la inigualable Halászlé, sopa de pescado muy picante.  Allí todo era barato y esencial para combatir el frio.

Por la avenida Bartok Béla había una librería donde ofertaban, entre otros, los diccionarios bilingües a un precio asequible y esa fue mi primera adquisición en Hungría. El diccionario Húngaro-Español y Español- Húngaro.

A poco andar nos encontramos con un espectáculo maravilloso, ante nosotros se abría una plaza espectacular, la del lujoso Hotel Gellért (Gerardo), a la izquierda, que le da nombre a la plaza. Este hotel es muy famoso además de por su lujo y suntuosidad, también por sus baños termales, piscinas temperadas y piscina con olas. A la derecha se encuentra la famosa Universidad Técnica de Budapest, con sus campus orientados de frente al Danubio. La plaza Gellért converge hacia el puente que allí cruza sobre el Danubio, nombrado puente de la “Libertad”, (Szabadság Hid). Nombrado así ahora, luego de su reconstrucción, ya que originalmente era el Ferenc Joseph (Francisco José) en honor al Emperador Austrohúngaro y rey de Hungría en, cuya época se construyó originalmente. Inmediatamente nos aventuramos a cruzar el puente. Tremenda emoción, pues el Danubio era la leyenda musical venida del vals de Strauss, que ahora nos embargaba, el Danubio Azul.  El ancho del río en ese punto es de alrededor de algo más de 400 metros, con una corriente fortísima y no es azul, sino de aguas obscuras.  Contemplando el panorama desde el mismo centro del rio,  la parte principal de la ciudad se abre hacia el norte. A la izquierda, la parte montañosa correspondiente a las ciudades de Buda y O’Buda, esta última es la más antigua ya que data de la época de los romanos y se circunscribe más al norte en la rivera del Danubio. Ambas se ciudades se integran a la región de Buda, formando un solo concepto. A la derecha, en la parte plana esta la ciudad de Pest. Estos nombres ya eran los oficiales desde 1831, en definitiva, eran tres ciudades separadas por el rio. Es a partir de 1873 que se integran, conformando Budapest como una sola ciudad atravesada por el rio Danubio. La ciudad de Buda de por sí, desde épocas inmemoriales era considerada como centro político.

O’Buda, o Buda vieja, desde principios de la era actual había sido lugar de asentamiento poblacional de los romanos. En ella aparecen las ruinas del desarrollo social de aquella la época, con múltiples edificaciones cuyos restos aún están ahí y así se conservan, como lo es el Aquincum, donde se aprecian las ruinas de lo que fue un estadio,  así como baños y otras áreas sociales al pie del Danubio.

Nuestra emoción era indescriptible, pues ahí estábamos en ese lugar sobre el que nunca se nos había ocurrido soñar. Cuantos recuerdos de mi familia venían a mi mente, cuanto me alegraría me daría poder transmitir esta sensación a mis padres y hermanos que habían quedado allá en Cuba y poder llevarles la posibilidad que vieran aquello que tanta emoción me causaba. Allí estábamos con el Danubio a nuestros pies y Budapest que en su gran magnificencia se extendía ante nuestros ojos como en una gran pantalla panorámica de cine. Cuánta historia se abría ante nuestros ojos, así de golpe, de forma inimaginable, aquel panorama era como tener en la mano un libro de historia abierto, donde la brisa del rio pasaba la página que acumulan los relatos de épocas remotas.  Era el escenario bordado por esta etnia, que fue capaz de unir las siete tribus magiares que la componía y hacerlas marchar a la conquista de su territorio definitivo. Este movimiento fue encabezado por Arpad, que fue el elegido para conducirlos. Arpad era hijo de Amos, jefe de una de las tribus. Su elección simbolizaba,  al igual que las aves,  al cabecilla que vuela de primero en la bandada. Tras hacer un pacto, llamado Pacto de Sangre, en cuya ceremonia unieron la sangre de heridas practicadas en sus muñecas por los jefes de las tribus, jurando fidelidad a la causa que emprenderían. Asi se inició la invasión, ocupando y asentándose en la provincia romana de Pannonia, a finales del siglo IX, de lo que fue el núcleo de la nacionalidad magyar.

Esta región originalmente estaba ocupada por tribus búlgaras bajo el mando de Zalán y cuenta la leyenda que al arribar los magyares le ofrecieron de regalo un bello caballo blanco a cambio de su permiso para tener acceso a agua, pasto y lugar de descanso de su comitiva, lo que les fue concedido. Cuando ya habían ocupado el territorio los atacaron y pusieron en fuga a Zalán, alegando que había aceptado como pago por la ocupación el valor del caballo que le habían ofrecido. Este hecho aparece reportado en la literatura húngara como “Zalán futása” (fuga de Zalán). Así inicia su asentamiento europeo la nacionalidad magyar, húngara. Esta etnia subsiste en las llanuras de la hondonada de los Cárpatos, desde el siglo IX, sin tener ningún tipo de relación genética ni cultural con ningunos de los pueblos circundantes, y que han sabido conservar su identidad nacional y su integridad a través de su esfuerzo durante siglos de existencia.

Ahí ante nuestros ojos esta tierra que resistió las invasiones de los Hunos, los Romanos, los Ávaros, los Tártaros, los Turcos.  El propio Attila campeo en sus llanuras, y se piensa que probablemente lo seguían algunos grupos magyares que en esa época andaban con los Hunos, y que seguro llevaron la noticia de estas tierras a sus propias tribus. Attila murió en esta región, dejando sus huesos en algún sitio desconocido en la ribera del Danubio. Attila ha sido siempre un nombre común usado por los húngaros, pero lo pronuncian doblando la letra L en lugar de la T. Dicen Atilla.

Aquí también se frenó la expansión del imperio otomano en Europa en el siglo XVI-XVII, que en el 1526 inicio su exitosa ofensiva contra Hungría, aprovechando que este al país estaba sumergido en una gran división interna, producto de la derrota del alzamiento campesino contra la aristocracia feudal, dirigido por el legendario György Dozsa en 1514, quizás el Espartaco húngaro.  Es histórico que tras su derrota se tomó contra su persona como represalia, medidas ejemplarizantes como fue la de ser condenarlo a morir en la hoguera atado a sus soldados más allegados, luego de ser previamente torturado colocándole una corona de hierro incandescente sobre su cabeza, como burla por sus pretensiones. Sus cuerpos fueron descuartizados y obligados sus oficiales a comer de sus carnes asadas al fuego. 

Ante la inminencia del ataque turco el entonces rey, Lajos-II, (Luis II),  hizo el llamado a las armas por medio de un jinete cabalgado por los asentamientos poblacionales blandiendo la espada del rey,  pero la respuesta fue muy pobre, debido al estado de ánimo de la gente por los acontecimientos recientes en contra del levantamiento campesino. Los otomanos arrasaron a los húngaros en su primera batalla, conocida como la Tragedia de Mohács.  Finalmente los turcos ocuparon Hungría durante 150 años, dejando sin dudas su huella en el país.

En el 1456 el imperio otomano ya comenzaba con sus intenciones de someter,  primeramente al reino de Hungría y continuar con el ataque al Sacro Imperio Romano Germánico,  para derrotar a los Habsburgo.  En su invasión a Europa, uno de sus primeros asaltos fue a la ciudad de Nándofehérvár, actualmente Belgrado. Aquí los turcos sufren una gran derrota frente al ejército comandado por Hunyady János, de ascendencia húngara. Esta derrota fue considerada como la derrota del musulmanismo frente al cristianismo, por ello el Papa Calixto III emitió una bula en honor a esta batalla,  algo similar a la llamada al rezo de los musulmanes, la que mandaba al replique de las campanas en todos los templos católicos a las 12 del día. Esta costumbre se inició en Hungría, trascendiendo posteriormente al mundo completo, que aún hoy la práctica.

Hungría también fue el escenario de las dos guerras mundiales, sus tierras han sido campos de batalla de los contendientes, terrenos de resistencia, de ofensivas y contraofensivas de los ejércitos beligerantes.  Ahora nos encontrábamos en el corazón de lo que había quedado del territorio de Hungría, pues después de terminada la primera guerra mundial perdió el 66 % de su territorio, adquirido en época del imperio austrohúngaro. Posteriormente logro recuperar gran cantidad del territorio original, después de aliarse a Alemania, luego de la consolidación del régimen nazi en ese país.

En el 1941 mediante el “Pacto Tripartito” Hungría se incorpora a la operación Barbarroja contra la Unión Soviética, que al final le traería funestos resultados, pues con el contraataque de septiembre de 1944, el Ejército Rojo inicia la ofensiva sobre Budapest que finalmente concluye en febrero de 1945. Los combates continuaron en el territorio húngaro hasta el 4 de abril de 1945. La batalla por Budapest fue una de la más sangrienta de la guerra y es considerada por muchos autores como la segunda Stalingrado por el número de bajas y la destrucción ocasionada. Los alemanes habían ocupado la zona de Buda, que por su carácter montañoso les ofrecía magnificas opciones para le defensa.   Mientras que las tropas del Ejército Rojo tenían que avanzar por la llanura de Pest, teniendo al Danubio como trinchera natural del enemigo.

Los alemanes antes de replegarse completamente fueron destruyendo sistemáticamente todo lo que podría ser útil para el enemigo, como fueron puentes, carreteras, ferrocarriles, refugios, instalaciones industriales, etc. Se considera que sufrió una destrucción del orden del 70-80% de sus facilidades.   A esto se le sumaba destrucción causada por los bombardeos de la aviación y el cañoneo de la artillería de ambos bandos durante las oscilaciones del frente sobre su territorio. Debe destacarse que, el exterminio sistemático de los judíos en Hungría comenzó en la etapa posterior a la ocupación alemana del país en marzo de 1944. Hasta entonces el número de víctimas se calcula cercano a los 60.000. Desde el inicio de las actividades los Nazis  y su equipo, en abril de 1944, es que  comenzaron las deportaciones a Auschwitz. En un lapso de 56 días fueron enviados a ese campo de exterminio 424.000 judíos.

En octubre de 1944, al apoderarse del gobierno el partido «Cruz Flechada», miles de judíos de Budapest fueron asesinados a orillas del Danubio, y decenas de miles, especialmente mujeres, fueron enviados en dirección a la frontera austríaca. En total fueron asesinados 565.000 judíos en los territorios controlados en Hungría durante la guerra. Después de concluida la guerra, la situación política del país era convulsa, pues además de los destrozos físicos, económicos y humanos causados por el evento bélico,  el país quedo inmerso en una pobreza absoluta, con una hambruna y una inflación galopante,   desprovistos de vías de comunicación, con la mayoría de sus industrias semidestruidas, los terrenos de cultivo devastados. Durante unos dos años el país fue gobernado por una junta que poco podía hacer debido a las luchas internas entre los diferentes intereses. Luego de celebrar unas elecciones para tratar de normalizar la vida política, en las que el partido de los “Pequeños Propietarios” logra alcanzar el 57 % de los votos populares, frente a los comunistas que solo lograron el 17 %, sin embargo, no les permitieron hacerse del poder por la presión de los soviéticos, entregándole el poder a los comunistas en agosto de 1949. Este gobierno acepto firmar un tratado de asistencia militar a través del cual las tropas del ejército soviético permanecerían en el territorio de Hungría, bajo el título de Tropas Provisionalmente Acantonadas, sin fecha límite.

Los eventos bélicos recientes no solo habrían dejado profundas cicatrices en el alma de los húngaros, sino también que allí estaban, ante nuestros ojos,  los rastros materiales de la destrucción provocada por los bombardeos,  el cañoneo y los asaltos de la infantería durante el enfrentamiento. Los alemanes en su retirada habían derrumbado todos los puentes que unían Buda y Pest sobre el Danubio. Posteriormente y para remachar el clavo los acontecimientos del 1956, donde la furia soviética por defender la posición ocupada y en contubernio con el gobierno comunista, arrasó a sangre y fuego de forma brutal el levantamiento popular en protesta por la opresión, desmanes y perdida de libertades que estaban ocurriendo en el país. Este movimiento patriótico fue tildado de contrarrevolución para justificarse, desatando una represión con tal mano de hierro que   aniquilo toda esperanza de modificación del estatus.

Los daños producidos por este último evento del 1956 se hallaban entremezclados con los de la segunda guerra mundial, que ahora aparecían ante nuestros ojos como uno solo. Toda esa historia era el marco de nuestro futuro desarrollo intelectual, de nuestra vida en ese país, que quedaría bordada por esa tradición, por la experiencia y por la supervivencia experimentada por ese pueblo.

Desde nuestro escenario sobre el puente Szabadság, Libertad,  al que habíamos llegado a pie desde nuestro albergue estudiantil,   teníamos a nuestra izquierda la Loma de Gellért, que sirve de parapeto al famoso hotel del mismo nombre.  Sobre esta loma está el monumento a la libertad, construido en 1947 en memoria a la liberación de Hungría, que no es más que una estatua de mujer con los brazos levantados, entreabiertos,  manteniendo en alto entre sus manos una hoja de palma en señal de victoria. Con una inscripción que reza en húngaro: “A la memoria de los héroes soviéticos liberadores.  Erigida por el agradecido pueblo húngaro. 1945”.

Todo este conjunto que unido a las fortificaciones existentes es la llamada “Citadella. Sobre esta cima hay una fortificación o fuerte que fue construido en 1851 por los Habsburgo luego de la sublevación de los húngaros, la primera en 1710 dirigida por Rákóczy Ferenc y posteriormente en 1848 liderada por, Kossuth Lajos, Deák Ferenc, Petöfi Sándor, entre otros próceres de la independencia húngara, para proclamar la liberación del yugo austriaco. En este evento es que surge la excelsa figura del poeta Petöfi Sándor, el apóstol húngaro, quien llamo al pueblo al alzamiento por la independencia con su famoso poema, Nemzeti Dal, “Canto Nacional”, declamado en la tribuna del Museo Nacional el 15 de marzo de 1848 y que reza:

¡De pie húngaros!

¡La patria llama!

Ha llegado la hora.

¡Ahora o nunca!

¿Esclavos o libres seremos?

¡A esta pregunta contestemos!

¡Y ante el Dios de los húngaros juremos!

¡Juremos, que esclavos más no seremos!

Por su estrategia la Citadella fue utilizada en múltiples ocasiones con fines militares y por lo tanto fue objeto de fuertes ametrallamientos durante la guerra.

Petöfi Sándor

Este complejo militar fue posteriormente fue utilizado también por las tropas soviéticas durante el levantamiento de 1956, para desde allí ametrallar a la población insurgente. Hoy la inscripción que rezaba en el monumento a la libertad ha sido cambiada como resultado de aquellos eventos y dice: “A la memoria de todos aquellos que sacrificaron sus vidas por la independencia, la libertad y la prosperidad de Hungría”.

Publicado por aulapress2016

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